domingo, 25 de enero de 2009

La última escapada


Llevabas muerta cinco días cuando a media tarde llamaron al timbre. Me lo temía. Sabía que en algún momento tendrían que interrogarme.
Asistí al breve relato de tu desaparición y fui debidamente informada del desarrollo de la investigación. Con una sonrisa forzada quise hacer como que no entendía nada pero la ansiedad empezó a delatarme.
El inspector me clavó su mirada. Al pedirme la documentación para verificar mi identidad, fue inútil disimular. Confesé. Yo no tenía la culpa de que mi nombre tuviera una doble vida. Junto a la fotografía del pasaporte, a Rosa ya no le acompañaba María.

Secretos


Gemelas disímiles condenadas a vivir juntas. De intereses diferentes y aunque una siente envidia de la otra, lo saben disimular a la perfección. Con infinita rabia saben guardar sus secretos. Lo que sabe la derecha, no lo sabe la izquierda.

viernes, 23 de enero de 2009

El coleccionable


Se fue aficionando a la lectura de la prensa escrita a la par que iba adquiriendo todo lo necesario para su nueva casa.
Primero llegaron diversas opciones para el ocio. Le fueron siguiendo los utensilios y recetas necesarias para hacerse una experta en artes culinarias. Finalizó con un repertorio indefinido de objetos propios del hogar. Sin embargo, aún le faltaba lo esencial.
Hoy está entusiasmada, anuncian la colección que más ansiaba. Para el domingo ya tiene su ejemplar reservado. La primera entrega: el brazo derecho del compañero ideal.

sábado, 17 de enero de 2009

El placer del baño


Hoy lo ha vuelto a hacer. Mamá se ha vuelto a encerrar en el cuarto de baño. Bueno, hoy y casi todas las noches después de besarnos y desearnos felices sueños. La vengo observando. No se oye ningún ruido y no tarda más de treinta minutos. Hoy he descubierto su misterio. Detrás de sus ojos enrojecidos y de su ligera sonrisa, siempre se esconde un libro entre sus manos.

jueves, 15 de enero de 2009

Tarde de domingo


Le apetecían unas palomitas de maíz. Quería ver una película romántica. Sentía una tremenda necesidad de llorar. A la mañana siguiente, cuando la asistenta abrió la puerta del apartamento, solo encontró unos restos de palomitas en el sillón y su ropa amontonada en el suelo junto a un gran charco de agua delante del televisor.

domingo, 11 de enero de 2009

La impostora


Apenas abría la puerta, todo sabía a ella. En el beso, en el silencio y en la disculpa. Me hablaba con cariño, mientras me seducía con su aparente inocencia y fingía con su falsa naturalidad. Como siempre, tan sencilla y cotidiana ella, hasta cuando reposaba sobre mi regazo, sabía tratarme con afecto.
Llegó el momento en que la descubrí. Fue imperdonable. Me di cuenta de que era una impostora llamada mentira que quería acabar con la verdad.

lunes, 5 de enero de 2009

El beso


Con esmerada delicadeza y frialdad, eligió el perfume a obsequiar a su mejor amiga. La noche en que su marido la besó y percibió el aroma, sonaron las alarmas. Se confirmaron sus sospechas.

Diciembre 2008


Anotó y enumeró todos los buenos propósitos para el nuevo año. Cuando llegó Enero, ya se había olvidado de ellos.

viernes, 2 de enero de 2009

Fuera de uso


Difícil tarea la demanda por mi enamorada, el frigorífico sin reservas y la cabina del ascensor accidentalmente averiada. Y así, cual garra de un mono aferrada a la barandilla de las escaleras, cuesta arriba hasta la planta 17.
Una cansada llave abre la puerta, y oculta tras el espejo, la misma muerte a la espera.

jueves, 1 de enero de 2009

Pecado original


Como viene siendo habitual, Adán llega a casa a última hora, se descalza en cualquier lugar, pregunta qué hay de cenar, agarra una cerveza y se tumba en el sofá frente al televisor para gritarle al primer árbitro de turno que se pasee en ese momento por la pantalla. Eva, mira su marido y piensa que nunca debió de caer en la tentación de compartir aquella hamburguesa mordisqueada que Adán le ofreció tanto años atrás y que le costaría la expulsión del paraíso.

La Alfama


Hacía tres años que había muerto la tía Blanca y desde entonces guardaba en el armario los stilettos que mamá tiró a la basura. “Olvídate de los zapatos de la tía, solo te proporcionarán dolor y sufrimiento, como a ella le ocurrió”, me dijo tajante.
Así, en aquel viaje a Lisboa, quise llevarlos de paseo al pasado. En una primera sensación, me sentí joven, bonita, feliz, ligera como un suspiro. Pero, conforme iba subiendo una de las cuestas de Alfama, el dolor me iba ganando con intensidad. El lamento de los amores perdidos, el resquemor de mis fracasos, el abismo de mis recuerdos, iban pasando factura a mi insensatez. No tuve opción, allí mismo, junto a una papelera, con una mirada de disculpa, me despedí de ellos.