viernes, 19 de diciembre de 2008

La confidencia


Las vistas desde el acantilado eran majestuosas, el horizonte estaba claro y se podía divisar el mar en toda su inmensidad en un sobrecogedor silencio. Tras un momento de fugaz felicidad, le pregunté: “Carlos, ¿te acuerdas de cuando nació nuestro hijo?” “Claro, claro que sí, qué ocurrencias tienes”, respondió.
Entonces insistí: “pero, ¿recuerdas lo qué me dijiste en las puertas del paritorio?”
Negó con la cabeza y continué: “Me besaste en la frente (en un atisbo de ternura, repetí el gesto) y añadiste: “pórtate bien y a empujar”.
Lo siento, esta vez no me porté bien. No me pude contener, volví a empujar.

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